POEMAS
Una abultada tiniebla se esparce
sobre mi triste mundo adormecido,
mientras pido todavía que seas mi reina,
¡oh tú, doncella de hilos fríos!,
de la que poco a poco me gano el desprecio.
Así que, vencido el cráneo por el orgullo,
busco en vano un cielo líquido que no alcanzo;
y por lo mismo, amargado y vencido,
me regalo a la bohemia y a la miseria,
llenándome de caricias sucias y cántaros de vino.