POEMAS
Afortunado yo que,
bajo el crepúsculo dorado y rojo,
peino tu cabello y me pierdo en tus ojos.
Afortunado el árbol que,
amparándonos con sombra y calma,
disfruta de tu cuerpo tendido en sus ramas.
Afortunado el viento que,
llevando con él dulces fragancias,
acaricia tu rostro y calma mis ansias.
Afortunado el río que
pasa cerca, azulado, siseante y puro,
y que nos refresca y arrulla con su susurro.
Afortunadas las hojas
que descansan en tu regazo,
mientras nos entrelazamos las manos,
mientras llega la noche de plata,
abrazados como estatuas blancas,
mirándonos con amor a la sombra del árbol.