Juan Esteban Peláez

POEMAS

UNA TRISTE AMISTAD

¿Recuerdas, amigo mío, la furiosa tormenta,
el rugir de las aguas y el agite de las velas?
Esa misma que a esta seca y muerta isla nos trajo,
y a la que de diez sólo dos sobrevivimos al naufragio.

¡Oh, amigo mío, qué angustiado me encuentro!
Esta isla no es más que un sueño siniestro
del que desesperado estoy por despertar
e ignorar las atrocidades que hice tiempo atrás.

¿Recuerdas, amigo mío, cuando, con pena, dímonos cuenta
que no había comida alguna sobre esta yerta tierra?
¿Recuerdas, alma gemela, la desdicha que sentimos
al no escuchar más que al mar entre nuestros quejidos?

No creo, amigo, que recuerdes la pobre carroña
de la que me alimenté por días sin asco ni misericordia,
al mismo tiempo que las moscas me rompían los tímpanos
al volar estridentes alrededor de tan horrible delirio.

Pero sí debes recordar la lanza veloz y furiosa,
y el grito de dolor que espantó aves y movió las arbóreas copas,
de la sangre que corrió por la espalda de la presa
mientras yo, como demonio, la atacaba con fiereza.

A menudo pienso que la amistad es más una necesidad
que un placer que el hombre puede enteramente disfrutar.
Es casi imposible encontrar un alma bondadosa
que muera por evitar que la supervivencia se imponga.

¡No puedo salir de esta isla, mi amigo querido!
Pues caníbal me llamarían en el mundo de los vivos.
¡Perdóname tú, amigo del alma! ¡Te lo imploro, amado ángel!
Pues el hambre y la locura me impulsaron a vivir comiendo de tu carne.




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