Juan Esteban Peláez

POEMAS

LA GÁRGOLA

Antes de que el alba dorada se proyecte
y queme mis ojos ígneos y diamantinos,
antes de que el aire quebrante las ventanas
y la canción de las aves inunde el aire
debo quitar mi mueca asqueada
e implorar por mi inmerecida expiación.

Aún tengo su carne entre mis uñas
y en mi vientre un vacío anidado,
producido por un vértigo de miedo
que me aplasta por la culpa del asesinato.

Su cuerpo yace entre sillones marchitos
mientras retornan, perfumados, recuerdos lentos
de su rostro hermoso y cuerpo bello
mientras aterrada mira mi cara marmórea.

Condenada por mi codicia y mi ego herido,
su error fue viajar a un pueblo antiguo
donde todavía las estatuas escuchamos
y nos movemos, y nos enamoramos.

Donde aún la ciencia no llega a las callejuelas,
donde en las plazas aún vagan espectros,
donde hay gritos opacos y siniestros
y donde su voz era una embelesadora sinfonía.

Aquí, en esa casa vieja y sombría
estoy yo, aún vivo, antes del amanecer,
viendo el cuerpo inmóvil de alma errante
que se va tornando verde y horripilante.

¡Sólo necesitaba que me dijera que sí!
Que me amaba sin condiciones;
pero se espantó al primer vistazo.

¡Debo salir de aquí de inmediato!
Debo llegar al techo antes que el sol,
debo moverme ahora que puedo.

¡Debo trepar y ponerme en posición!
debo huir antes que me descubran
y me destrocen a punta de martillo y cincel.




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